El insomnio y la calidad del sueño están directamente relacionados con el sobrepeso y la obesidad.
Es común reconocer que el consumo de alimentos y el sedentarismo son factores condicionantes de esta enfermedad crónica, pero no todas las personas están conscientes de la influencia que tiene el tiempo y la calidad del sueño en el peso corporal.
Muchos estudios ayudan a entender esa relación sinérgica entre insomnio y obesidad, uno de ellos mostró que dormir mal disminuye la acción de la leptina, hormona reguladora de la sensación de saciedad, y aumenta el nivel de grelina, hormona que estimula el deseo de comer, la sensación de hambre. Esto explica el hecho que las personas que se desvelan pasan el día deseando y comiendo alimentos altos en grasa y azúcar, además de bebidas estimulantes como café, gaseosas con cafeína o cacao.
Es por la necesidad que tienen de elevar los niveles de energía que no lograron reponer por el sueño inapropiado. Se vuelve un círculo vicioso, no logran dormir temprano porque tomaron mucho café, lo que incrementa el insomnio.
Veamos ahora el sentido inverso de esta relación. Las personas que padecen obesidad generalmente, también padecen insomnio. Se debe a que el tejido graso que tienen entre el diafragma y la pared torácica ejerce presión sobre los pulmones, lo que provoca dificultad para respirar, sibilancia, ronquidos, apnea de sueño y eso interfiere negativamente con la calidad de sueño.
Provoca falta de oxígeno momentáneo durante la noche, la persona amanece con la boca seca, fatigada, con “cansancio cerebral,” disminuye su capacidad de concentración, discernimiento, sufre alteraciones de carácter, somnolencia, mayor predisposición al estrés, disminuye su rendimiento psico-intelectual.
Otra asociación de obesidad e insomnio, que afecta la calidad de vida, es el síndrome de las piernas inquietas y poca libido o apetito sexual.
La lógica indica que conviene adoptar hábitos de vida que ayuden a salir del insomnio-obesidad.
Un estudio reciente, realizado en Estados Unidos, comprobó que perder peso, sobre todo reducir el abdomen, mejora en un 20 por ciento la calidad del sueño y reduce la incidencia de la apnea. Además hay que establecer hábitos de higiene del sueño: respetar horarios de dormir, propiciar ambiente adecuado: silencio o música relajante, penumbra u oscuridad, evitar distracciones que estimulan o activan el cerebro, como ver televisión, videojuegos, estar en la computadora o con el celular en los momentos que anteceden a la hora de dormir, son medidas fundamentales para conseguir un buen descanso.
Para algunas personas hacer ejercicio suave a moderado puede ser relajante o darse un baño, masaje, hacer meditación, tomar leche puede ayudar porque contiene triptófano.
Si tiene alguno de estos problemas le conviene buscar ayuda profesional, con un neurofisiólogo y nutricionista para hacer los correspondientes estudios del sueño y un plan de reducción saludable de peso, que incluya alimentación, actividad física, mejora de la higiene del sueño, hasta lograr cambiar hábitos de vida que ayuden a darle sostenibilidad a la pérdida de peso, obtener el sueño y el descanso reparador que necesita.